Vivimos tiempos donde la velocidad se ha convertido en norma. Donde lo urgente desplaza sistemáticamente a lo importante. Donde las decisiones se toman con datos, pero sin pausa. Y donde, paradójicamente, hablar de tiempo humano empieza a sonar casi nostálgico.
En este contexto, participar en eventos que invitan a detenerse, a pensar con profundidad y a conversar sin prisa, es poco frecuente. Por eso fue tan valiosa la experiencia del encuentro celebrado en Casa ISDIN, y organizado por la Fundación máshumano, bajo el título “Tiempo humano, tiempo tecnológico”. Un espacio de reflexión valiente, bien moderado y cargado de ideas incómodas pero necesarias.
La tensión entre dos tiempos
Una de las grandes preguntas del evento fue: ¿Cómo preservamos nuestra humanidad en un entorno cada vez más dominado por la lógica de la aceleración tecnológica?
Vivimos una tensión constante entre dos ritmos: el de los humanos, marcados por la biología, la reflexión, el aprendizaje pausado… y el de la tecnología, que avanza de forma exponencial, automatiza decisiones y redefine relaciones. Ya no está claro dónde acaba uno y empieza el otro.
No es la tecnología, es cómo la usamos
Una de las reflexiones más claras fue que la tecnología no es el problema. Lo preocupante es el uso que hacemos de ella.
En lugar de ser herramientas que amplifican nuestras capacidades, muchas veces se convierten en sistemas que capturan nuestra atención, condicionan nuestras decisiones y erosionan nuestra autonomía. No estamos perdiendo la atención: estamos perdiendo el dominio sobre ella. Y sin control sobre la atención, perdemos también capacidad de anticipación, de juicio y de pensamiento profundo.
Pensamiento crítico como antídoto
Varias voces coincidieron en que estamos sobrevalorando la opinión rápida y subestimando el criterio. Opinamos cada vez más, pero pensamos cada vez menos. Reaccionamos antes de comprender. Y en ese proceso, corremos el riesgo de convertirnos en simples usuarios, en lugar de ciudadanos con pensamiento crítico.
“Si no pensamos, somos pensados”, decía uno de los ponentes. Y es una advertencia poderosa. En un mundo donde la información ya no se busca, sino que nos encuentra —y donde detrás de cada impacto informativo hay intereses, algoritmos y sesgos—, recuperar la capacidad de reflexión no es un lujo: es una forma de resistencia.
¿Trabajamos menos, pero vivimos mejor?
Otro eje del debate giró en torno al concepto de progreso. Hemos reducido las horas de trabajo, multiplicado la conectividad, mejorado la productividad… ¿pero somos realmente más felices?
Tal vez haya llegado el momento de redefinir lo que entendemos por progreso. ¿Es solo crecimiento, eficiencia y disponibilidad permanente? ¿O debería incorporar bienestar, relaciones humanas de calidad y sentido en lo que hacemos?
Una conversación necesaria
En medio de tanta inmediatez, el evento fue un recordatorio de que pensar sigue siendo importante. Que necesitamos espacios donde no solo se hable de transformación digital, sino también de transformación humana. Y que repensar el tiempo —cómo lo usamos, qué nos exige y qué nos devuelve— es clave para construir organizaciones y sociedades más sanas.
Gracias a Aurea Benito, Fátima Álvarez, Tomás Pereda Riaza, Ricard Casas y al excelente moderador Santiago García, por poner sobre la mesa preguntas que no se responden con datos, sino con criterio, conversación y conciencia.
Repensar el progreso en tiempos de hiperaceleración
Vivimos tiempos donde la velocidad se ha convertido en norma. Donde lo urgente desplaza sistemáticamente a lo importante. Donde las decisiones se toman con datos, pero sin pausa. Y donde, paradójicamente, hablar de tiempo humano empieza a sonar casi nostálgico.
En este contexto, participar en eventos que invitan a detenerse, a pensar con profundidad y a conversar sin prisa, es poco frecuente. Por eso fue tan valiosa la experiencia del encuentro celebrado en Casa ISDIN, y organizado por la Fundación máshumano, bajo el título “Tiempo humano, tiempo tecnológico”. Un espacio de reflexión valiente, bien moderado y cargado de ideas incómodas pero necesarias.
La tensión entre dos tiempos
Una de las grandes preguntas del evento fue: ¿Cómo preservamos nuestra humanidad en un entorno cada vez más dominado por la lógica de la aceleración tecnológica?
Vivimos una tensión constante entre dos ritmos: el de los humanos, marcados por la biología, la reflexión, el aprendizaje pausado… y el de la tecnología, que avanza de forma exponencial, automatiza decisiones y redefine relaciones. Ya no está claro dónde acaba uno y empieza el otro.
No es la tecnología, es cómo la usamos
Una de las reflexiones más claras fue que la tecnología no es el problema. Lo preocupante es el uso que hacemos de ella.
En lugar de ser herramientas que amplifican nuestras capacidades, muchas veces se convierten en sistemas que capturan nuestra atención, condicionan nuestras decisiones y erosionan nuestra autonomía. No estamos perdiendo la atención: estamos perdiendo el dominio sobre ella. Y sin control sobre la atención, perdemos también capacidad de anticipación, de juicio y de pensamiento profundo.
Pensamiento crítico como antídoto
Varias voces coincidieron en que estamos sobrevalorando la opinión rápida y subestimando el criterio. Opinamos cada vez más, pero pensamos cada vez menos. Reaccionamos antes de comprender. Y en ese proceso, corremos el riesgo de convertirnos en simples usuarios, en lugar de ciudadanos con pensamiento crítico.
“Si no pensamos, somos pensados”, decía uno de los ponentes. Y es una advertencia poderosa. En un mundo donde la información ya no se busca, sino que nos encuentra —y donde detrás de cada impacto informativo hay intereses, algoritmos y sesgos—, recuperar la capacidad de reflexión no es un lujo: es una forma de resistencia.
¿Trabajamos menos, pero vivimos mejor?
Otro eje del debate giró en torno al concepto de progreso. Hemos reducido las horas de trabajo, multiplicado la conectividad, mejorado la productividad… ¿pero somos realmente más felices?
Tal vez haya llegado el momento de redefinir lo que entendemos por progreso. ¿Es solo crecimiento, eficiencia y disponibilidad permanente? ¿O debería incorporar bienestar, relaciones humanas de calidad y sentido en lo que hacemos?
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Gracias a Aurea Benito, Fátima Álvarez, Tomás Pereda Riaza, Ricard Casas y al excelente moderador Santiago García, por poner sobre la mesa preguntas que no se responden con datos, sino con criterio, conversación y conciencia.
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